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EL CULEBRERO

(Artículo publicado el domingo 10 de marzo de 2013 en el diario Ultima Hora de Paraguay)
¿Quién podía pasar por una plaza sin detenerse ante su discurso cargado de imágenes y de imprecaciones? ¿Quién podría huir de sus afirmaciones irracionales y contradictorias? De sus humoradas, de sus amenazas, de sus claras contradicciones… de la absoluta falta de rigor y racionalidad en lo que afirmaba y en el producto que vendía. Todos le miraban atraídos por sus movimientos ingeniosos y por su labia sin fin. La culebra subía y bajaba de su cuello una y otra vez mientras la fascinada audiencia gritaba, susurraba o bramaba horrorizada. El culebrero de la plaza era capaz de hacer pasar toda una mañana a cualquiera que quedara seducido por la pitón o el pitoniso. Y si, además, repartía dinero era imposible no sucumbir a sus encantos. Qué importaba el estado de la plaza, su abandono, suciedad, criminalidad o pobreza. Eso era absolutamente secundario ante quien era capaz de cantar, bailar, provocar, hacer reír o llorar a un pueblo que lo idolatraba y compraba su pomada que resolvía cualquier dolencia. Era cuestión de tomar el ungüento y friccionarse para ser inmediatamente rico o sanado.

El culebrero es un personaje latinoamericano que abunda en las plazas públicas y cuyo verso fascina independientemente de la verdad, la razón o las propiedades de la pomada. Qué importa de dónde la sacan, lo que importa es que sea barata y si es regalada aún mejor. Que cure las dolencias es una cuestión secundaria, si finalmente el discurso no apunta a eso. La cuestión es dar una sensación de bienestar circunstancial mientras el pícaro culebrero aumenta sus riquezas sostenido en la ignorancia y la pobreza de quienes asisten a sus actos teatrales muy bien montados. El culebrero es parte de nuestra cultura, vive en ella y de ella. Amenaza cuando se siente amenazado y cuando la realidad lo cerca huye para retornar luego con sus mismas dosis de mentiras y sofismas. Los hay en todos los campos y en donde abundan es en la política.

Si el personaje en cuestión administra una caja de 800.000 millones de dólares en 10 años, lo que significa el presupuesto de Paraguay de 40 años aún mejor. Reconstruir Europa costó 17.000 millones de los verdes. La plaza del culebrero con ese dinero tendría que haber sido no solo la más limpia, productiva, ordenada y sin criminalidad, pero, sin embargo, no lo es. Eso explica que el dinero no lo es todo si no va acompañado de calidad en el gasto y de controles.

El culebrero huye de todo eso y al que ose cuestionarlo lo destrozará utilizando su poder como aquella jueza que no cumplió sus órdenes fue detenida e incluso violada en la cárcel.

Ahora se fue uno de los penúltimos culebreros de América Latina -siempre penúltimo, nunca último- ha sido embalsamado para que exhibido de manera permanente los ilusos e ingenuos tengan la ocasión de recordar sus discursos, la pomada y la culebra que tanto los entretuvo durante un buen tiempo.

No faltarán quienes lo pretendan elevar a los altares y ahí en Barinas incluso le levanten un templo como su amigo Maradona en la Argentina. Vivimos tiempos de culebreros, de miedos y de incertidumbres. Por eso abundan, por eso reparten pomadas y por eso nadie deja de estar fascinado por lo que dice ese mentiroso de siempre pero que nadie puede pasar frente a ellos sin detenerse. Es tiempo de separar el discurso, la culebra y la pomada de ese pícaro bribón que fascina sin ser fascinante.

Por Redaccion central

Escritor, abogado, profesor y periodista

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